Con las manos llenas
Hay presencias que no se van, simplemente se desdibujan. Como una gota de tinta que se escurre entre las cerdas de un pincel en un vaso de agua. Por muy sutil que sea el tono que ahora la baña, siempre se colorea algo. Me he obligado a construir un muro transparente, por si algún día nos volvemos a encontrar. Poderte ver pero sin tener que verte, porque aún me habitas sin estar ya presente. Y es que este es el cruel arte de callarle al alma lo que el cuerpo aún recuerda, lo que la piel se niega a olvidar y lo que los labios llevan tiempo sin pronunciar. Lo peor, sin duda, es seguir compartiendo el mapa, viviendo en la misma ciudad, como dos constelaciones que orbitan sin tocarse. Almas condenadas a reconocerse en el reflejo de escaparates, en los silencios de las plazas, en las esquinas donde antes éramos tiempo y ahora solo somos sombra. Se que caminas cerca, pero en realidad estamos muy lejos, demasiado ya. Y es que esa es una de las formas más despiadadas de olvida...