La calma que se elige.

Si algo he aprendido en los últimos meses, ha sido el conocer la importancia que tienen en mi vida la paz, la calma y la tranquilidad. Y es que cada mañana, me levanto escogiendo la serenidad, la estabilidad y a las personas que hacen que todos estos sinónimos confluyan en uno, en mí. 

Y es que a veces, la vida se siente como un río convulso, arrastrándote por aguas errantes e incontrolables. Todo se mueve a una velocidad imposible, y no sabes si estás nadando o simplemente te estas dejando arrastrar. Las aguas del caos te cubren, te ahogan, y te preguntas si alguna vez podrás encontrar tierra firme, donde enraizar tus inquietudes.

Pero entonces en medio de ese vendaval, aparece ella, como una rama fuerte que se extiende hacia ti desde la orilla, justo cuando ya empezabas a desistir a contracorriente. No la ves llegar, pero la sientes, como si la naturaleza misma supiera que necesitabas algo para aferrarte y recuperar el aliento. Con esa rama, el agua ya no te sumerge; la corriente deja de ser tan feroz. Te la entregan sin decir una palabra, sin expectativas. La tocas, y en ese mismo contacto sabes que no estás solo en la tormenta. No, nunca más.

Sin esa rama, sin esa mano extendida, la vida habría perdido el sentido hace no mucho. El ruido del agua ahogaba cualquier esperanza, y el horizonte se veía distante e inalcanzable. Pero ahí está en el momento más oscuro, cuando ya habías perdido la fe en encontrar un refugio, esa rama que te ofrece un respiro. Te sostiene y te guía hacia la orilla. Cada vez que las aguas amenazan con volverte a arrastrar hasta sus profundidades, te sientes apoyado; no porque sepas hacia dónde vas, sino porque te recuerdan que, aunque el río sea impetuoso, hay algo que puede ayudarte a reencontrar tú camino.

Y lo más hermoso es que, con esa rama, no necesitas ser otra persona. No tienes que esconder tu esencia ni ponerte caretas para encajar. Con ella, puedes ser tú misma, con todas tus dudas, tus miedos y tus virtudes, sin temor a que te juzguen o te rechacen. Te acepta tal y como eres, con tu fragilidad, con tu fortaleza, con tu verdad. No hay máscaras, solo el abrazo sincero de alguien que te conoce y te entiende sin necesidad de explicaciones. Porque ella siempre va a sujetar tu peso, sin importar cuán etéreo sea tú ser, ni cuán profundas sean las sombras que arrastras en tu espalda.

Es la fuerza en medio de tu debilidad, la calma en medio de tu tempestad. Y, aunque no te lo digan, sabes que esa rama siempre estuvo allí, esperando ser encontrada. No son necesarias las palabras, solo el gesto silente de una mano que, en su simplicidad, disuelve el caos y te conduce a un espacio donde el aliento, al fin, recobra su ritmo. Y en ese respiro, el tiempo ya no es lo mismo, pues en su presencia, el aire se vuelve más claro y la vida, más ligera.

Pd: Me gustaría dedicar esta entrada, a mí rama, a mí Laura. Ya que ella es, la compañera de vida que con su presencia hace que mi caos se convierte en calma, mi miedo en confianza, y el peso del mundo en algo soportable. Gracias por ser esa mano, esa fuerza invisible que transforma el aire en algo más ligero. Porque sin ti, el aliento habría perdido su razón de ser hace ya algún tiempo.

Un abrazo virtual,

Grappa D. Mente

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