Con las manos llenas
Hay presencias que no se van, simplemente se desdibujan. Como una gota de tinta que se escurre entre las cerdas de un pincel en un vaso de agua. Por muy sutil que sea el tono que ahora la baña, siempre se colorea algo. Me he obligado a construir un muro transparente, por si algún día nos volvemos a encontrar. Poderte ver pero sin tener que verte, porque aún me habitas sin estar ya presente.
Y es que este es el cruel arte de callarle al alma lo que el cuerpo aún recuerda, lo que la piel se niega a olvidar y lo que los labios llevan tiempo sin pronunciar. Lo peor, sin duda, es seguir compartiendo el mapa, viviendo en la misma ciudad, como dos constelaciones que orbitan sin tocarse. Almas condenadas a reconocerse en el reflejo de escaparates, en los silencios de las plazas, en las esquinas donde antes éramos tiempo y ahora solo somos sombra. Se que caminas cerca, pero en realidad estamos muy lejos, demasiado ya. Y es que esa es una de las formas más despiadadas de olvidar. Mentiría si negase que ya no visito aquellos lugares, aquellos en los que fuimos dos, pero ahora ya estando sólo yo.
No voy a mentir, ni a negarte que a veces cuando algo dentro de mí celebra, sin querer, busca tu reacción, pero solo se encuentra el vacío que dejaste. Es entonces cuando recuerdo que el silencio entre nosotros ya no es pausa, entre fonema y fonema, sino que es frontera.
El verano, se acerca como una promesa lenta, y yo lo espero como se espera al sueño después de un día largo. Ojalá que el calor consiga derretir los restos que aún quedan de tu voz; que el ruido de las calles me devuelva a mí y me ayude a olvidarme de ti; que la luz consiga donde yo aún no puedo, deshabitarte.
Porque seguir pensando en ti es como intentar sostener el humo. Y yo ya no quiero tener las manos llenas, de nada.
Un abrazo virtual,
Grappa D. Mente
Grappa D. Mente
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